Setecientos setenta y siete elegidos postrados ante Nos, con sus cuerpos envueltos en rudos ropajes, tan solo sus rodillas y su frente tocan el suelo. Frente a ellos, en el punto más alto de una pequeña loma, se alza el pétreo Altar del Holocausto teñido en un rojo aun húmedo. Una daga gotea en nuestra diestra alzada, nuestros ojos en blanco se pierden en lo alto y un solo nombre brota, en forma de alarido, de nuestra boca y de nuestra mente: “Ia! Shub-Niggurath!” Los setecientos setenta y siete elegidos elevan sus torsos y sus brazos hacia la oscuridad de la noche mientras repiten con una sola voz: “Gorgo! Mormo! Luna de mil caras! Mira con ojos favorables nuestros sacrificios!” En ese preciso momento María Unpajote perfila una sonrisa y Banano recibe el vigésimo cuarto azote de una cuenta que no ha hecho mas que empezar, mezcla de amargura y satisfacción.
Los ritos de protección deben ser realizados, tal y como nos enseñaron nuestros antepasados. El poder de Nyarlathotep es grande; precisamos de la ayuda de La Diosa más que nunca, y es así como la sangre debe ser vertida para que no nos tiña en el futuro. Y es así como la flauta dejará de sonar y pasará de largo ante nuestros hogares. Una nueva ofrenda, temblorosa, es traída para su expiación y todos daremos gracias a La Diosa por ello. Una larga noche nos aguarda de sangre... y gratitud.
Ia! Shub-Niggurath!
2 comentarios:
La cabra, tú, María, los pequeños Gorgo y Mormo, la Torrija lacrimógena y onanista, Carmen Miranda y sus tocados, la suegra de Banano Agudo y vosotros todos con vuestra parafernalia sadomaso, me abrumáis e interrumpís constantemente mis solos de flauta, mi colecta de hortalizas, y, lo que es peor, arruináis bonitas celebraciones y retos conguísticos.
Dame tiempo, cuñado traidor y enloquecido, y tendrás respuesta.
La flauta no dejará de sonar y Guinness tendrá su ofrenda.
Nos desconoce que dios es ese al que llamáis Guinness, y al que queréis ofrecernos en sacrificio usando vuestra endiablada flauta; más nada nos extraña ya de Vos, pues conocemos en profundidad vuestra perfidia y maldad. Es hora de derribar trampantojos y enseñaros tal cual sois; dejad de ocultaros.
No pidáis a Nos tiempo, pues esa concesión tan solo la usaríais para buscar el modo de destruirnos. Si queréis acallar vuestras ansias de destrucción, destruiros a Vos y dejad al mundo vivir en paz y harmonía.
Sin concesiones,
GaNDuL SaGaZ, Señor del Sie7e
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