Teólogos, brujos, sabios. Todos coinciden al afirmar que la Diosa aguarda oculta en algún lugar, observando el mundo sin interferir en sus cosas. Donde sí difieren los estudiosos es al definir en que lugar espera por su momento: unos dicen se oculta en oscuro bosque, otros en las profundidades de algún gran lago, los pocos afirman que habita sobre las nubes que amenazan tormenta e incluso los hay que aseguran marchó a una lejana estrella, aunque nunca mencionan nombre alguno.
El Libro del Advenimiento hace pública la profecía desde tiempo inmemorial: que llegará el día en que la Diosa toque con su dedo el hombro de un Elegido, y ese hombre dominará los Siete Condados que así son llamados: Prabado, Spota, Sea, Glute, Sprecia, Lega y Udor, tras lo cual y tomando el título de Señor del Siete, los gobernará con vara y pluma hasta la anunciada llegada de la Diosa, que lo será en el Señorío por su millar de hijos y por la coronación del que fue tocado y que gobierna con vara y pluma. Y será cuando todo esto haya ocurrido y la Negra Cabra camine entre nosotros que partirá al frente de su ejército para aplastar todo pueblo y nación, e implantará en el mundo la paz con la guerra, extinguirá el crimen con la violencia, impartirá la justicia basándola en la religión.
Desde los tiempos más remotos de que nos habla la historia y debido a la profecía del libro, los siete Condes y sus vecinos pugnaron por dominar las siete tierras sin resultado y, con el paso del tiempo, todo Conde que ascendía al poder asesinando o traicionando a su antecesor aseguraba haber sido tocado por la Diosa de una u otra forma nombrándose a sí mismo Elegido. Tiempos crueles de guerras interminables, de alianzas y traiciones, de creencias y mentiras; donde el fin de todo ser era el matar por no morir ayudando a su Señor en la unificación de los Condados.
No es raro que en ese mundo de destrucción, pues a lo largo de la historia se dieron casos similares, llegara de lejanas tierras un erudito iluminado al frente de un ejército de mercenarios a los que llamaban Oscuros Retoños y conquistó por la fuerza el Condado de Prabado, arrasando su capital hasta degollar y colgar por sus pies al antiguo Conde de una de las ramas del Viejo Roble. Y muy cerca de allí erigió una nueva capital sobre las ruinas de la anterior y así fue que la llamó Cráneo. Y sus habitantes todos, súcubos e íncubos, vieron en él al Elegido que fue tocado por la Negra Cabra y lo siguieron.
Temerosos, el resto de Condes formaron alianza y se enfrentaron al Elegido recién llegado en batalla frente al Viejo Roble que todo lo observa desde el nacimiento del Primer Hombre. Y con la victoria sobre éste le obligaron a recluirse en su capital con los restos de su ejército. Fue la victoria tan rápida y sencilla, que ya comenzaron a discutir entre ellos sobre quién gobernaría el Condado de Prabado una vez la capital capitulara; y la discusión llamó al insulto y el insulto le vociferó al odio y el odio gritó salvajemente en el oído de la guerra que invadió los corazones de todos los allí presentes. La historia no recuerda mayor batalla, ni más caótica, ni más sangrienta. Centenares de miles de vidas cercenadas aquel día a los pies de un Roble expectante y de un Cráneo sonriente; tantos fueron los caídos que, acabada la orgía de sangre, los Condes antes victoriosos y ahora desarmados y solitarios, intentaron huir del lugar presas del pánico. Más en su huida precipitada fueron víctimas de las tropas del de Prabado y sus esbirros que salieron a su encuentro, los degollaron y colgaron por los pies del Viejo Roble para que la historia nunca olvide tal momento: la esperada y anunciada unión de las siete tierras, bajo la vara y la pluma, gobernadas por GaNDuL SaGaZ, Señor del Siete. El advenimiento de la Diosa estaba próximo.
Ia! Shub-Niggurath!
6 comentarios:
Muy interesante su advenimiento. Y muy bien contado.
De su final ya me encargo yo.
Queridos niños:
Pillóme la traicionera invasión de mi lúbrica playa valenciana en un gracioso concurso de tocar el arpa a la vez que se zampan polvorones, por lo que no pude pronunciar palabra ni teclear reacción alguna pese al incordio habitual de los plumillas de la prensa. Arrebatóme, además, el primer premio, el Embajador Torrija, pues el jurado valoró sobremanera las graciosas sentadillas que prodigaba durante la difícil prueba.
Os veo bien avenidos, como la caca y la mosca verde, y os veo deseosos de morir por la patria.
No os daré semejante gusto por no dar disgusto a la que es vuestra hermana y amiga, respectivamente, y, por qué negarlo, por no darme disgusto a mí mismo, que soy cuñado y amigo respectivamente, que en el fondo y en la superficie bien os quiere. Sin embargo, vuestras pillerías deben tener castigo.
Esa playa me es muy querida por razones diversas. En ella he sido pescado con anzuelo por señora gorda y enamorado por señoritas de todo peso, color, talla y orientación sexual. En ella he realizado mis mejores golpes de tenis-playa y he trepado por una de las gloriosas arañas, que no La Gloriosa Araña, con mayúsculas, que en otra playa se encuentra. Y esa playa, qué narices, pertenece a mis queridos conciudadanos, que en ella comen sandía, reparan sus tendones y muestran sus gloriosas epidermis.
Apartad que voy por ella.
Del advenimiento, en efecto muy bien narrado, hablaremos otro día, Sagaz.
Sr. Tomoya I,
La playa de la Malvarrosa fue ganada en noble combate. Soldados contra hedores y venció la soldadesca, por lo cual Nos la reclamó cono nuestra y Vos perdió su derecho de pernada sobre las bañistas (que ganó el Altisonante). Todo esto fue realizado ante objetivo notario que vio, transcribió, comprobó y compulsó dando fe. Con sumo gusto puedo mostrarle las escrituras que lo validan y legalizan.
Y ahora, cambiando de tema pues no puede Nos contener nuestra lengua, rogaría a Vos relatara de cómo fue pescado con anzuelo por gorda señora, pues crea a Nos que picó nuestra curiosidad y a gusto pagaríamos si fuera menester por escuchar tal relato.
GaNDuL SaGaZ, Señor del Sie7e
P.D. Nos se pide ser mosca verde.
Reponiéndome durante unos instantes estoy del derecho de pernada que con fruición ejecuto y pareciome sentir un breve bisbiseo cadente y resentido. ¿No sabéis perder, Tomoya? ¿Tus mejores golpes a tenis playa? Yo sólo vi golpes ruinosos y blasfemos contra el decoro. Comed polvorones, tocad el arpa y practicad sentadillas junto al mameluco de su embajador. Y aprendan a hacer punto de cruz para entretener el tiempo pues su vejez, aparte de mala, será tremendamente aburrida y vacía.
Me pido la caca. Qué remedio.
Sea pues Vos mosca verde y el Altisonante Caca infecta, de color caca sus pendones, su morada y su guayabera de dictador sudamericano.
Y sea narrada ahora la historia de Tomoya I y el anzuelo peregrino para dar satisfacción a su curiosidad comprensible.
Sucedió otrora, en la playa usurpada que pronto será recuperada, tras la práctica de ese noble deporte que la Caca y yo llamamos "tenis-plahia".
Acabado nuestro partido, que practiqué, como de costumbre, con gran elegancia y escaso éxito, nos dirigimos hacia el mar mediterráneo que me vio nacer, a cuyos atardeceres rojos se acostumbraron mis ojos como el recodo al camino, y en él nos zambullimos.
Jugamos, virilmente, la Caca y yo, con las olas, cual musculados delfines, la luz de luna rielando en nuestros mojados cuerpos, en la mar que es madre de nosotros todos, que es como una mujer perfumadita de brea, y que esa tarde, casi noche, hayábase juguetona, reventada de olas y espuma, con desequilibrantes corrientes submarinas.
Así estábamos, hablando de la Bellucci, cuando sentí un dolor doloroso en mi gemelo izquierdo. Imaginando que la Medusa se manifestaba y algo quería comunicarme con graciosos mordiscos alcé mi pierna sobre las olas buscando la causa del dolor.
Con ojos sorprendidos y expresión doliente pero serena vi cómo un terrible anzuelo tricornio y astifino enganchábase y perforaba mi epidermis. Mi mirada siguió el hilo de pescar que inverosímilmente tiraba de mí y a cuyo extremo se encontraba, aferrada a su caña de pescar y con la cara pasmada, una señora gorda.
Ecuánime ante la desgracia e inasequible al desaliento, desanzueleme del anzuelo y regresé por donde había venido. Ni un reproche, ni un mal gesto, hacia la señora que su sustento y el de los suyos buscaba.
Caca, admirado, ha intentado siempre adquirir mi templanza de ánimo, pero sólo ha conseguido dar volantazos en la carretera de su delirio napoleónico.
Espero que la bella parábola haya gustado a Mosca y haya vivificado las ganas de reanudar nuestra competición tenística a Caca.
Exquisita narración en la que hay que valorar su gran templanza y bondad para con la mujer gorda. Digno es de ser alabado. Permítame guarde esta graciosa anécdota para futuros proyectos; no solo es curiosa e incluso en algunos puntos graciosa, sino que además posee moraleja: no importunes al que honradamente busca su sustento, si no lo hizo el Presidente Único, ¿quién eres tu para hacerlo?
Enhorabuena por el feliz alumbramiento de su sobrina segunda política. Aguardemos por el todavía más feliz de la sobrina política a secas.
GaNDuL SaGaZ, Señor del Sie7e
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